sábado, 10 de julio de 2010

Infancia en nuestros campos

Los que crecimos en los campos de nuestra zona, solíamos escuchar historias de todo tipo a las que prestábamos mucha atención.

Más en aquellos años, en los que todavía la radio no se la escuchaba muy seguido. Solo se prendía en momentos especiales para escuchar las noticias.

Mas que todo por una cuestión de economía, las pilas o la batería, no se conseguían a la vuelta de la esquina como en los pueblos.



Los mayores se juntaban a escuchar los radio teatros de Jaime y Oscar Cloner como "El Hormiga Negra", "El Lobizon", "La Difunta Correa", etc, emitidas por las radios AM (Amplitud Modulada)de Córdoba o radio Colon de San Juan.


También se sentían algunas radios chilenas como la Radio Colo Colo, en donde podíamos escuchar buena música y en horas nocturnas radio teatros de suspenso como "La Tercera Oreja" que tenían en vilo a toda la familia y en especial a los mas chicos, que apenas alumbrados por la luz de un candil, dejábamos volar nuestra imaginación al escuchar el ruido de los pasos, el rechinar de los gozmes de una puerta, el galope de un brioso corsel o el gemido de una mujer en peligro...


Otros medios de entretenimiento, en las frías noches de invierno, era escuchar cuentos, relatos y leyendas al calor de una fogata, donde siempre un mayor nos contaba historias fantásticas de lugares lejanos.


Siempre recuerdo con mucho cariño a Don Pocho Veliz, oriundo de Laguna Larga departamento San Martín (Cerca de las Chacras), al cual solíamos visitar.


Poseedor de una memoria prodigiosa, Don Pocho nos hacia reír con anegdotas picarescas o llorar con algún recitado gauchesco que tan bien interpretaba.


El siguiente es un recitado de Yamandu Rodriguez. Hermoso por lo que dice y la enseñanza que deja.

EL PERDÓN

Son las cinco de la tarde en un pago de leyendas.
A esas horas el ombú, se saca el poncho violeta,
y lo tiende sobre el suelo curtido de la tranquera,
no pasa una virazón,
el patio se recalienta
con un brasero e'malvones, prendido no bien clarea,
adonde las ponedoras van a pintarse las crestas
y casi siempre murmuran su rosario las abejas.


El rancho es de palo a pique,
parece que juè carreta;
porque entuavìa se ven entre los yuyos dos ruedas:
una en la boca el pozo y la otra en la manguera.
Dicen que todo era dulce: el agua, el techo y la dueña,
una viejita muy blanca, que dejó viuda la guerra

con cuatro hijos varones...y se echo esa cruz a cuestas.

Sus manos son un milagro de amor;...porque salen de ellas,
tierno el pan del amasijo, tibia la leche que ordeñan,
blanco de espuma el mantel en el altar de la mesa,
donde esas manos bendicen la caridad de la cena,
con la hostia de la luna azulando la cumbrera.
Esas manos día a día, sacan calor de la rueca,
pa entibiar cuatro pichones que desplumo la pobreza.
Y esas manos de la madre, con diez palitos sin juerza,
van haciendo cuatro gauchos a rigor de potro y sierra.
Si alguna vez se enojaba con un guri, siempre ella
antes de cerrar la noche, le dio la mano derecha...
para que èl se la besase con un: "¡Perdoname vieja!"

¡Nunca se pudo dormir con un hijo en penitencia.!

Pero esa tarde, el mas muchacho, estando solo con ella,

olvida la ley de dios, levanta un puño y golpea

el pecho de aquella madre, que es una santa de güena.

A'i nomas monta acaballo, dejándola càida en tierra...

Y a la oración, cuando güelven los cuatro para la cena,

esta el fogón apagao, y hay un frío de tapera...

-¡Mama!-... Nadie les responde...

Templando ya, la campean.

Como buscan a la altura del corazón, no la encuentran;

pero la madre esta allí, sobre el piso...muerta.

Los cuatro mozos de luto, al campo santo la llevan.

¡Pesaba tan poco en vida.... y aura no pueden con ella!.

Doblan por las cuatro puntas aquel pañuelo de tierra,

cain unas flores de yuyos...se santiguan...y la dejan.

Al otro día un vecino, al pasar por allí cerca,

avisa que a la finada la quedo una mano ajuera.

¡Como!... se miran los cuatro...y ninguno malicea,

güelven... le cubren la mano y pa mejor protejerla,

rodean la sepultura con un corralito e`piedra.

Y la misma tarde, un hombre que cruzaba con su carreta,

les dice que vio la mano...otra vez a flor de tierra...

Entonces al mas muchacho, le hablo al oido la concencia,

porque se puso 'e rodillas en el corralito 'e piedra,

bajò la frente y llorando pa que la madre l'oyera,

y como cuando juè gurí dijo..."¡Perdoname vieja!"

Cubrió de besos la mano...y después la cubrió de tierra...

Y como salia solo para perdonar la ofensa,

dende la tarde del beso...ya descanso bajo tierra...

Y naides mas vio la mano, de la madresita güena,

que nunca pudo dormir...con un hijo en penitencia...

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